Mirando desde mi ventana puedo ver que vivimos en una sociedad con reglas o leyes que definen la forma en que cada individuo debe comportarse en ella. Estas reglas definen claramente que podemos disfrutar de derechos que son iguales para todos respetando las normas establecidas, lo que significa que respetar las reglas no es una opción, sino una obligación, de cada individuo que vive en nuestra sociedad, sin importar la posición económica, política o militar del mismo.
Desde inicios de nuestra República hemos leído en nuestros libros de historia como una y otra vez nuestras reglas o leyes son pisoteadas y muchas veces aparentara como si no hubiera una forma de parar el abuso, pues a veces insultar las leyes y las normas de buenas costumbres lo tomamos como un juego y sin ningún remordimiento violentamos y permitimos que estas sean violentadas una y otra vez.
Me atrevo a decir que esta forma de vida a la que hemos sido educados para vivir, nos hace sentir bien conformes o nos ha inyectado un virus de conformismo social que nos ha cegado y nos ha hecho cambiar el sentimiento de impotencia por resignación y a veces hasta imitación de malas acciones.
Aun cuando hemos alcanzado cierto nivel de avance, ya sea, personal, profesional o social (comunitario) nos sentimos amenazados por la inseguridad e incertidumbre que arropa la sociedad, ya que este desorden moral en el que vivimos, nos grita a voces que “Lo malo es bueno y el bien se parece al Diablo”, un lugar donde lo malo es premiado y lo correcto es castigado, acciones que matan el autoestima y por lógica mata todo el equilibrio del sistema en que vivimos.
Este conformismo del que hablo nos ha llevado al extremo que aun cuando tenemos o hemos logramos algo no nos sentimos merecedores de ello, y un claro ejemplo de esto es que “Hemos creado dioses terrenales que aunque tengamos el derecho de algo, nos tenemos que ir a bautizar con el macuteo(soborno) para conseguir padrinos que nos ayuden a conseguir o retener lo que aun es nuestro. “.
Voy a terminar este blah blah diciendo, que los beneficios o derechos que se obtienen en una sociedad no son exclusivamente de nadie, sino, de todos, pero igualmente, las leyes y normas deben ser aplicadas en igual proporción y que no tiene sentido seguir con la sábana del conformismo, el cual, se ha traducido en desorden y por consiguiente en pobreza. Siempre he expresado que una sociedad desordenada, será una sociedad pobre tanto moral como económicamente.
Nosotros como personas merecemos más y somos mejores, las oportunidades no llegan, las oportunidades se buscan y se construyen puentes para llegar a ellas. Dejemos de ser lo que la historia y los sabios del país nos han dicho que somos, busquemos la mejoría moral de nuestra sociedad. Comencemos a construir una sociedad donde la dignidad humana se respete no con palabritas bien articuladas o libros escritos, sino con acciones.
El Maestro